Como es característico en la Capital del Folklore de Bolivia, ayer los músicos de bandas, grupos electrónicos y folklóricos celebraron el día de su patrona, Santa Cecilia, al ritmo de sus propios instrumentos derrochando alegría y colorido, bailando por las calles de la ciudad y contagiando su entusiasmo.
La concentración de los músicos fue desde la mañana en el Santuario de Nuestra Señora del Socavón, donde participaron de celebraciones eucarísticas, para luego en el atrio del templo esperar al ritmo de sus bandas a que el pasante cumpliera con las costumbres y luego bajar a sus locales de fiestas, o en su gran mayoría a la playa de estacionamiento "Abel Ascarrunz", donde los músicos de banda se concentraron antes de asistir a sus fiestas.
Esta celebración de los músicos la desarrollaron amparados en la Ley 2982 emitida el 21 de febrero de 2005, que declara el 22 de noviembre como la fiesta de Santa Cecilia patrona de los músicos, Patrimonio Cultural Intangible y Oral de la Nación.
El subdirector y pasante de la Banda Espectacular Pagador, Pedro Jallaza, demostró su alegría al festejar con todos los músicos esta gran festividad: "Nosotros recordamos un día muy especial para todos los músicos de Oruro, más aún cuando tenemos el mejor Carnaval del Mundo".
Por su lado, el director de la Banda Espectacular Bolivia y también principal director del Festival de Bandas, Germán Salas Quispe, describió la festividad como una muestra de unidad de los músicos: "El objetivo es confraternizar entre todos los músicos, porque todos somos colegas y llevamos el arte, por lo que el mensaje este año debe ser de unidad".
Pero también los músicos de orquestas, mariachis y grupos folklóricos festejaron este día y el pasante de la Asociación Boliviana de Artistas Intérpretes y Ejecutantes de Música (Abaiem), Daniel Zamorano, refirió a esta fiesta como una muestra de la devoción y agradecimiento que deben tener los músicos a la imagen, quien demostró la fe que se debe tener a Dios.
SANTA CECILIA
La patrona de los músicos, Santa Cecilia, fue una de las mártires de la Iglesia Católica por haber sido decapitada al no traicionar su fe y amor a Dios por haberse convertido al cristianismo.
Desde su infancia y cuando sus padres le cedieron en matrimonio narró a su esposo que ella había entregado su virginidad a Dios y que un ángel celosamente guardaba su cuerpo, por consiguiente si le tocaba, el ángel se enfurecería y él sufriría las consecuencias.
Su esposo de nombre Valeriano aceptó este hecho y ambos se consagraron a Dios, motivo por el que fueron ejecutados, con ellos murió un cortesano de nombre Máximo, quien al presenciar la fortaleza de los mártires se declaró cristiano.