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Pujllay y ayachiri reciben oficialmente título de Patrimonio de la Humanidad

Las danzas pujllay y ayarichi luego de ser declaradas el 2014, por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, ayer recibieron el título como tal de manos del ministro de Culturas y Turismo, Marko Machicao.

"Tenemos que garantizar que la promoción turística nuestro pujllay y nuestro ayarichi se conozcan a nivel internacional, lo conozca el mundo, sobre todo lo conozcan las bolivianas y bolivianos, es una tarea pendiente que demanda a todas y todos", afirmó Machicao durante el acto central en el que más de 40 grupos autóctonos y cuatro folklóricos bailaron las danzas patrimoniales.

El alcalde de Tarabuco, Gregorio Ignacio, dijo en lengua quechua que se erigió una imponente ‘pucara’ y se realizó un ritual en honor a los guerreros yamparas a los difuntos que murieron trágicamente en la Batalla de Jumbate.

El pasante de la fiesta de Tarabuco fue el gobernador de Cochabamba, Edmundo Novillo, que por motivos de salud no asistió a ese evento cultural, mientras el alférez de la Pucara fue el gobernador de Chuquisaca, Jaime Cárdenas.



DANZAS

El pujllay se practica en la época de las lluvias y el ayarichi en la temporada seca. Ambas danzas contribuyen a la unidad de las comunidades de cultura yampara en la medida en que constituyen un medio privilegiado de comunicación con la naturaleza.

La cultura yampara se encuentra geográficamente asentada en los municipios de Tarabuco, Yamparáez, Icla, Presto y Mojocolla.

El pujllay lo ejecutan principalmente hombres en el transcurso de un ritual del mismo nombre que celebra la renovación de la vida y la abundancia traída por la época de las lluvias. Los danzarines giran incansablemente alrededor de un gran altar adornado con alimentos, en señal de abundancia.

El ayarichi se baila en fiestas dedicadas a los diferentes santos católicos que rigen el orden social y cósmico e influyen en la conservación de la vida.

El grupo de ejecutantes de este ritual comprende cuatro músicos-bailarines –que tocan simultáneamente una flauta de pan y un tambor– y unas dos a cuatro bailarinas.

De la confección de los trajes se encargan artesanas, que los tejen con suma minuciosidad cuidando hasta el más mínimo detalle.
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